Un día Orestes soñó con una ciudad siempre despierta y aturdida. Soñó también con el semáforo de un cruce de dos avenida muy transitadas. Imaginó en su mente adormecida que el aparato era un tanto distraído y un día marco el paso cuando no debía y que por su culpa murieron una gran cantidad de personas.
A causa del suceso, algunos familiares de las víctimas tomaron la disparatada decición de cambiar el semáforo por un pequeño monumento que recordara a quienes habían perecido aquel día trágico.
Tiempo después un conductor poco responsable estrelló su automóvil contra el monumento, llevándose así su vida al otro mundo junto con lo único que quedaba de aquel sémaforo, su memoria.
miércoles, 30 de enero de 2008
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